Dentro de un año, a principios de junio de 2012, todas las miradas estarán puestas en América Latina, donde los líderes mundiales se reunirán en Río de Janeiro, Brasil para la Cumbre de la Tierra Río+20. Esta es una oportunidad para que los gobiernos, las empresas y la sociedad civil latinoamericana, lleguen a Río dispuestos a demostrar que la región está preparada para ser un verdadero líder en la lucha contra el cambio climático, comprometiéndose a tres tipos de acciones concretas: promover la energía limpia, aumentar la eficiencia energética y reducir las emisiones causadas por la deforestación. A medida que los países de América Latina se preparan para esta Cumbre, es fundamental que busquen oportunidades para detener el aumento en el volumen de emisiones. Algunos de ellos ya están dando pasos alentadores, pero durante los próximos meses toda América Latina tendrá que aumentar y acelerar significativamente los esfuerzos para avanzar hacia una economía verde, baja en emisiones de carbono.
En primer lugar, a medida que nos acercamos a la Cumbre de la Tierra de Río + 20, los países latinoamericanos deben comprometerse de modo concreto para promover las fuentes de energía limpia bajas en emisiones. Desde la ventosa región de Oaxaca en el sur de México hasta el soleado Desierto de Atacama de Chile, Latinoamérica cuenta con abundantes recursos renovables no convencionales de alta calidad como ser las energías solar, geotérmica, de biomasa, eólica y la energía generada por pequeñas centrales hidroeléctricas. En países como Chile, ya se ha demostrado que muchas de estas fuentes energéticas son competitivas en términos de costes. El aprovechamiento de estas fuentes renovables locales puede ayudar a satisfacer la creciente demanda en la región de forma fiable y garantizar su seguridad energética. Christiana Figueres, Secretaria Ejecutiva de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, recientemente comentó ante una reunión en la Organización de Estados Americanos:
En primer lugar, a medida que nos acercamos a la Cumbre de la Tierra de Río + 20, los países latinoamericanos deben comprometerse de modo concreto para promover las fuentes de energía limpia bajas en emisiones. Desde la ventosa región de Oaxaca en el sur de México hasta el soleado Desierto de Atacama de Chile, Latinoamérica cuenta con abundantes recursos renovables no convencionales de alta calidad como ser las energías solar, geotérmica, de biomasa, eólica y la energía generada por pequeñas centrales hidroeléctricas. En países como Chile, ya se ha demostrado que muchas de estas fuentes energéticas son competitivas en términos de costes. El aprovechamiento de estas fuentes renovables locales puede ayudar a satisfacer la creciente demanda en la región de forma fiable y garantizar su seguridad energética. Christiana Figueres, Secretaria Ejecutiva de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, recientemente comentó ante una reunión en la Organización de Estados Americanos:
“Si no se aprovechan y apoyan las oportunidades para energías renovables, los países en desarrollo del continente americano intensificaran su capacidad de generación de energía en base a combustibles fósiles a medida que desarrollan rápidamente su infraestructura.
Eso sellaría la permanencia de la infraestructura con un alto nivel de emisiones de carbono y se desperdiciarían las dotaciones naturales de energías renovables. Eso es perjudicial para el desarrollo sostenible de cada uno de nuestros países y, por obvias razones, para el mundo entero.”
En segundo lugar, los gobiernos latinoamericanos también deben apoyar políticas adecuadas para impulsar la eficiencia energética - la manera menos costosa de satisfacer la creciente demanda energética en una región que enfrenta una urbanización acelerada. Los países pueden mejorar la eficiencia mediante la eliminación gradual de las bombillas ineficientes, la adopción de códigos de construcción, y la aplicación de normas de eficiencia para los electrodomésticos. En 2008, el Banco Interamericano de Desarrollo concluyó que si América Latina y el Caribe aumentaran la eficiencia energética en tan sólo un 10% durante diez años, se reduciría el consumo total de energía en 143.000 GWh, lo que eliminaría la necesidad de construir el equivalente a 328 centrales de energía de 250 MW cada una. Escoger opciones de eficiencia energética en lugar de construir nuevas plantas significaría un ahorro de US $ 37 mil millones en la región. Estos son ahorros que la región no puede permitirse perder.
En tercer lugar, la región latinoamericana también debe desempeñar un papel de liderazgo en la reducción de emisiones causadas por la deforestación. Un nuevo mapa publicado por la NASA pone en relieve la cantidad de carbono almacenado en los principales países con selvas tropicales como Brasil, donde la tasa de deforestación ha aumentado recientemente. Las corporaciones y los individuos deben comprometerse a no comprar productos que contribuyen a la deforestación en la Amazonía. Por su parte, los gobiernos locales, incluidos los del Perú, deben poner fin al comercio de productos de madera talada ilegalmente al prohibir las exportaciones de madera sin verificación independiente por parte de terceros.
América Latina puede lograrlo. La carrera hacia Río está empezando y los países de América Latina deben actuar con rapidez para ser líderes en la lucha contra el cambio climático entre los países en vías de desarrollo. Es alentador observar que algunos países de la región ya están tomando medidas para avanzar hacia una economía verde. El otoño pasado, México tomo un paso en la dirección correcta al proponer nuevas normas de eficiencia energética para las bombillas. Costa Rica, que ha fijado la meta de convertirse en carbono neutral, ha sido recientemente seleccionada para recibir fondos del Banco Mundial para analizar y diseñar un programa de comercialización de gases de efecto invernadero. Chile sentó un ejemplo positivo al convertirse en el primer país en Sudamérica en aprobar una ley que requiere que el 10% de la generación total de energía provenga de fuentes renovables para el año 2024. Más recientemente, el presidente Piñera anunció la meta de elevar ese requisito al 20% en el 2020. Pero estas señales prometedoras deben ser respaldadas por acciones concretas y un programa integral para la transición del continente hacia un futuro bajo en emisiones de carbono y ambientalmente sostenible.
Comenzando ahora, y hasta el inicio de la Cumbre de la Tierra Río + 20 en junio próximo, Latinoamérica debe intensificar de manera decisiva sus esfuerzos sobre estos y otros objetivos - ya no hay tiempo que perder.
En tercer lugar, la región latinoamericana también debe desempeñar un papel de liderazgo en la reducción de emisiones causadas por la deforestación. Un nuevo mapa publicado por la NASA pone en relieve la cantidad de carbono almacenado en los principales países con selvas tropicales como Brasil, donde la tasa de deforestación ha aumentado recientemente. Las corporaciones y los individuos deben comprometerse a no comprar productos que contribuyen a la deforestación en la Amazonía. Por su parte, los gobiernos locales, incluidos los del Perú, deben poner fin al comercio de productos de madera talada ilegalmente al prohibir las exportaciones de madera sin verificación independiente por parte de terceros.
América Latina puede lograrlo. La carrera hacia Río está empezando y los países de América Latina deben actuar con rapidez para ser líderes en la lucha contra el cambio climático entre los países en vías de desarrollo. Es alentador observar que algunos países de la región ya están tomando medidas para avanzar hacia una economía verde. El otoño pasado, México tomo un paso en la dirección correcta al proponer nuevas normas de eficiencia energética para las bombillas. Costa Rica, que ha fijado la meta de convertirse en carbono neutral, ha sido recientemente seleccionada para recibir fondos del Banco Mundial para analizar y diseñar un programa de comercialización de gases de efecto invernadero. Chile sentó un ejemplo positivo al convertirse en el primer país en Sudamérica en aprobar una ley que requiere que el 10% de la generación total de energía provenga de fuentes renovables para el año 2024. Más recientemente, el presidente Piñera anunció la meta de elevar ese requisito al 20% en el 2020. Pero estas señales prometedoras deben ser respaldadas por acciones concretas y un programa integral para la transición del continente hacia un futuro bajo en emisiones de carbono y ambientalmente sostenible.
Comenzando ahora, y hasta el inicio de la Cumbre de la Tierra Río + 20 en junio próximo, Latinoamérica debe intensificar de manera decisiva sus esfuerzos sobre estos y otros objetivos - ya no hay tiempo que perder.
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