Todo parecía demasiado evidente, como siempre que no se sabe la verdad. No siempre el equipo con más victorias ganará, ni el más goleador anotará. El sábado FAS, que llegaba como claro favorito al clásico nacional, vio cómo un Águila de coraje y corazón le robó su preciado invicto, en su casa. Así es el fútbol.
La misión del Águila –que hoy queda como único invicto, después que Atlético Marte perdió ante Firpo–, era detener el poder ofensivo fasista, y para hacerlo lo planeó desde su misma raíz: el mediocampo. Eraldo Correia plantó un 4-1-4-1 que dejó a Eliseo Salamanca como único contención, con el objetivo de neutralizar lo que pudiera hacer Odir Flores, el creativo santaneco.
El fruto del planteamiento no tardó en llegar. Pese a que los locales comenzaron a tener más contacto con la pelota, les costaba encontrarse en el lado del campo visitante, que los tuteaba e irrespetaba. Además, cuando FAS tiraba a portería, Miguel Montes dejaba mudos los gritos de gol, comenzando con un disparo de Williams Reyes, solitario, dentro del área, que el “Mudo” tapó con su cuerpo.
Cinco minutos después, volvieron a aparecer los mismos protagonistas y la historia volvió a tener el mismo final. Reyes cabeceó y le puso veneno a la pelota, pero no contaba con la bajada a tiempo de Montes que contuvo el esférico antes de que este pudo llegar al fondo de su portería.
Pese a que FAS llegaba con más claridad, no tenía el control total del partido, puesto que Nelson Reyes ponía el desborde para los emplumados, y William Torres Alegría –que se gastó un gran partido– no se cansaba de poner pelotas a las espaldas de la zaga fasista. Era un juego equilibrado. Más equilibrado de lo que se esperaba.
Y como todo lo que estaba pasando en el partido era inesperado, también llegó el tanto emplumado. Irónico, pero un trazo largo de Dagoberto Portillo, portero fasista, terminó en un rechazo de Hermes Martínez, una prolongación de Torres Alegría y la carrera en solitario del brasileño Alyson Batista.
El equipo que quería contragolpear terminó contragolpeado. Batista enfiló decidido al marco, Dago dudó sobre salir a recortar o no, y cuando lo había decidido era demasiado tarde: ya Batista había jalado el gatillo y hundido la pelota en las redes tigrillas.
El tanto alteró los nervios del juego, al grado que en la siguiente jugada el árbitro Rubén Arbi Medrano no pitó un claro penalti a favor fasista, y los santanecos arreciaron sus llegadas, que siempre se quedaron ahogadas en los guantes de Montes, que se sacó una tapada monumental al '35, a una mano, a un tiro de Roberto Peña.
FAS cambió cara
Encontrarse abajo en el marcador, y no haber remontado tan fácil como lo hizo al Atlético Balboa, obligó a los cambios en el equipo de Roberto Gamarra, que mandó a Gustavo López y Alfredo Pacheco por Doni Valle y Ramón Flores, respectivamente, antes de que inició el segundo tiempo.
“El Toto” quería más coraje en su tigre herido, que olió sangre cuando el Águila se quedó con uno menos por la expulsión de Deris Umanzor. La remontada parecía estar servida.
Sin embargo, esta nunca llegaría, porque Montes le tapó otro cabezazo con olor a pólvora a Reyes, y porque el mismo nacionalizado cabeceó alto otro de los tantos centros que llovieron ayer sobre el área oriental.
El hombre de menos era más que evidente en el club emplumado, que ya no atacaba y se defendía como podía, con pelotazos y metiendo pierna fuerte cuando era necesario. Ya no atacaba. Desesperado de ver a su equipo, ganando pero de rodillas, Eraldo sacó a un cansado Salamanca y metió a Gilberto Murgas para recuperar espacio en el medio.
Pero este nunca llegó. A Murgas se lo comió el mediocampo fasista, que seguía surtiendo de balones a Reyes y a un recién ingresado Franklin Webster, pero sin obtener los que parecían frutos prohibidos: el gol y el empate.
Cuando lo consiguió, en el tiempo de descuento, se lo anularon, en una jugada polémica en que Webster sacudió las redes, pero el asistente de Arbi Medrano, Gilberto González, dictaminó que estaba en fuera de juego. Murió el tigre, y quedó claro que no siempre gana el que tiene más victorias, no siempre el equipo más goleador anota, no siempre el menos vencido se queda inmaculado. Y menos en un clásico, en uno de esos partidos donde todo puede pasar.
La misión del Águila –que hoy queda como único invicto, después que Atlético Marte perdió ante Firpo–, era detener el poder ofensivo fasista, y para hacerlo lo planeó desde su misma raíz: el mediocampo. Eraldo Correia plantó un 4-1-4-1 que dejó a Eliseo Salamanca como único contención, con el objetivo de neutralizar lo que pudiera hacer Odir Flores, el creativo santaneco.
El fruto del planteamiento no tardó en llegar. Pese a que los locales comenzaron a tener más contacto con la pelota, les costaba encontrarse en el lado del campo visitante, que los tuteaba e irrespetaba. Además, cuando FAS tiraba a portería, Miguel Montes dejaba mudos los gritos de gol, comenzando con un disparo de Williams Reyes, solitario, dentro del área, que el “Mudo” tapó con su cuerpo.
Cinco minutos después, volvieron a aparecer los mismos protagonistas y la historia volvió a tener el mismo final. Reyes cabeceó y le puso veneno a la pelota, pero no contaba con la bajada a tiempo de Montes que contuvo el esférico antes de que este pudo llegar al fondo de su portería.
Pese a que FAS llegaba con más claridad, no tenía el control total del partido, puesto que Nelson Reyes ponía el desborde para los emplumados, y William Torres Alegría –que se gastó un gran partido– no se cansaba de poner pelotas a las espaldas de la zaga fasista. Era un juego equilibrado. Más equilibrado de lo que se esperaba.
Y como todo lo que estaba pasando en el partido era inesperado, también llegó el tanto emplumado. Irónico, pero un trazo largo de Dagoberto Portillo, portero fasista, terminó en un rechazo de Hermes Martínez, una prolongación de Torres Alegría y la carrera en solitario del brasileño Alyson Batista.
El equipo que quería contragolpear terminó contragolpeado. Batista enfiló decidido al marco, Dago dudó sobre salir a recortar o no, y cuando lo había decidido era demasiado tarde: ya Batista había jalado el gatillo y hundido la pelota en las redes tigrillas.
El tanto alteró los nervios del juego, al grado que en la siguiente jugada el árbitro Rubén Arbi Medrano no pitó un claro penalti a favor fasista, y los santanecos arreciaron sus llegadas, que siempre se quedaron ahogadas en los guantes de Montes, que se sacó una tapada monumental al '35, a una mano, a un tiro de Roberto Peña.
FAS cambió cara
Encontrarse abajo en el marcador, y no haber remontado tan fácil como lo hizo al Atlético Balboa, obligó a los cambios en el equipo de Roberto Gamarra, que mandó a Gustavo López y Alfredo Pacheco por Doni Valle y Ramón Flores, respectivamente, antes de que inició el segundo tiempo.
“El Toto” quería más coraje en su tigre herido, que olió sangre cuando el Águila se quedó con uno menos por la expulsión de Deris Umanzor. La remontada parecía estar servida.
Sin embargo, esta nunca llegaría, porque Montes le tapó otro cabezazo con olor a pólvora a Reyes, y porque el mismo nacionalizado cabeceó alto otro de los tantos centros que llovieron ayer sobre el área oriental.
El hombre de menos era más que evidente en el club emplumado, que ya no atacaba y se defendía como podía, con pelotazos y metiendo pierna fuerte cuando era necesario. Ya no atacaba. Desesperado de ver a su equipo, ganando pero de rodillas, Eraldo sacó a un cansado Salamanca y metió a Gilberto Murgas para recuperar espacio en el medio.
Pero este nunca llegó. A Murgas se lo comió el mediocampo fasista, que seguía surtiendo de balones a Reyes y a un recién ingresado Franklin Webster, pero sin obtener los que parecían frutos prohibidos: el gol y el empate.
Cuando lo consiguió, en el tiempo de descuento, se lo anularon, en una jugada polémica en que Webster sacudió las redes, pero el asistente de Arbi Medrano, Gilberto González, dictaminó que estaba en fuera de juego. Murió el tigre, y quedó claro que no siempre gana el que tiene más victorias, no siempre el equipo más goleador anota, no siempre el menos vencido se queda inmaculado. Y menos en un clásico, en uno de esos partidos donde todo puede pasar.
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