martes, 14 de octubre de 2008

Aprendiendo de la crisis mexicana.

Hace algunos años México paso por un mal momento en su economía y los especialistas le colocaron hasta un nombre a la crisis, quizás a muchos les suene la frase “efecto tequila”, pero ahora parece que los papeles se invirtieron. En las últimas semanas, funcionarios de la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) han discutido la actual crisis estadounidense con por lo menos un alto funcionario, de un país emergente que presenció el derrumbe de su sistema financiero, Guillermo Ortiz, gobernador de Banco de México.
Ortíz es graduado de Stanford Unversity, fue Secretario de Hacienda de México durante el colapso del peso de 1994-1995, mismo que generó un rescate bancario gubernamental y el mayor declive económico en México desde la Gran Depresión estadounidense. El llamado “efecto tequila”, en honor a la bebida nacional mexicana, se considera actualmente como la primera crisis financiera de la economía globalizada. Estados Unidos integró una línea de crédito que le ayudó a México a salir de la crisis y, posteriormente, a crecer.
El titular de Banco de México, quien en aquellos días condujo a México a la recuperación, se reunió la semana pasada con Ben Bernanke, el presidente de la Fed, antes del inicio de la reunión anual del Fondo Monetario Internacional. Ortiz ya se había reunido con representantes del banco a mediados de septiembre. Los puntos sobre los cuales están conversando no se conocen pero es claro que lo que están buscando es aprovechar la experiencia mexicana.
México ha tenido que gastar un décimo de sus reservas extranjeras para defender el peso y el costo del crédito aumenta para las empresas mexicanas, al igual que para muchos otros. Eso es alentador, ya que diversas lecciones del Efecto tequila, y otras crisis similares, encierran valiosas enseñanzas para Estados Unidos.
Entre las más importantes, se considera que la ideología no debe llevar las riendas de las acciones; se debe ser flexible y actuar de manera decidida. Ayudar a quienes tienen hipotecas que no pueden pagar. Adquirir participaciones de los bancos en problemas y no esperar utilidades de la inversión gubernamental. Lo más importante es hacer lo necesario para reestablecer la confianza.
En los mercados financieros globalizados actuales, cuando desaparece la confianza, éstos con frecuencia reaccionen de forma exagerada y la crisis se sale de control. En consecuencia, los responsables de la política económica deben tomar medias que nunca imaginaron. Cuanto más esperen, la situación empeorará. Los estadounidenses están aprendiendo esas lecciones de la manera más difícil.
En casi todas las crisis financieras, la reacción del gobierno suele ser lenta. En el caso de Estados Unidos, la Fed y el Tesoro intentaron enfrentar cada problema a medida que surgía, primero rescataron a Bear Stearns, luego a la aseguradora AIG y más tarde al banco Washington Mutual.
En cierto momento, sucede algo que hace que el mercado pierda la confianza. En México, fue el intento fallido de Banco de México para devaluar el peso de forma gradual, medida que destruyó la credibilidad de la institución.
En Estados Unidos, posiblemente el paso en falso fue permitir que Lehman Brothers quebrara, lo que generó incertidumbre entre los inversionistas, los cuales no sabían qué instituciones financieras serían rescatadas.
Desde entonces, autoridades de Estados Unidos y Europa han luchado por mantenerse al ritmo de la crisis. A pesar de todas las medias que se han tomado, las autoridades aún están a la zaga, según algunos expertos, mientras que otros opinan que es mejor equivocarse por hacer mucho, que por realizar poco.
A fin de cuentas, México actuó directamente para atacar el problema subyacente de impagos, al iniciar un programa tendiente a reestructurar hipotecas, con bancos, deudores y gobierno compartiendo las pérdidas.
El rescate bancario, por sí solo, no evitó una grave recesión económica en México, ya que el país también enfrentaba el colapso de la moneda. Pero unos años después, los bancos mexicanos recuperaron la salud y la economía reanudaba el crecimiento.
Sin embargo, lo más duradero fue el recelo político ligado al rescate, que se consideró una medida de ayuda a los banqueros adinerados a expensas de los contribuyentes.
Los rescates bancarios de México y Estados Unidos implican que el gobierno adquiera préstamos incobrables de los bancos, para que el crédito vuelva a fluir. De forma parecida a lo que ocurre en Washington, el gobierno mexicano esperaba recuperar el dinero e incluso obtener cierta ganancia por la deuda en problemas que tomó.
La realidad fue que perdió dinero y mucho. El precio final del rescate bancario fue de unos 75,000 millones de dólares, el triple de lo esperado. En otras palabras, el plan de rescate financiero de Estados Unidos, de 700,000 millones de dólares, sólo podría representar el primer abono del pago total.Además, quien gane las elecciones presidenciales de Estados Unidos en noviembre próximo, deberá enfrentar otras repercusiones políticas. La industria automotriz ya usa el rescate financiero para obtener un préstamo en el Congreso, y es de esperar que otros gremios en problemas hagan cola para obtener apoyos similares.

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