lunes, 29 de noviembre de 2010

Futbol español, el clásico.

Barcelona y Real Madrid juegan un partido que es la envidia del mundo y, salvo caprichos del calendario europeo, hasta dentro de cinco meses no veremos otro. Desde ambos equipos se lanza un mensaje parecido: no se juegan la Liga. Es cierto. No está en juego el Campeonato porque sería una insensatez otorgárselo al que gane y negárselo al que pierda.
Es verdad que no se juegan la Liga. Se juegan algo más. Se juegan el liderazgo en el fútbol mundial, se juegan la supremacía, se juegan una forma de entender el fútbol, se juegan un estilo. Y el que gane podrá disfrutar de los beneficios de la victoria durante cinco meses si no comete la imprudencia de dilapidar el crédito por los vericuetos de la Primera división.
El aficionado espera un buen partido. Los dos equipos llegan ajustados al máximo. Han evolucionado su potencial hasta convertirse en máquinas perfectas. Luego, podrá ocurrir cualquier cosa. Incluso, hasta que el partido sea malo. Pero lo que no perdonará el aficionado es que el Barça deje de ser el Barça y el Madrid deje de ser el Madrid. Que pase lo que tenga que pasar pero que sean ellos.
Mourinho ha dado un paso adelante al confirmar el equipo habitual. Aquellos rumores, con algún fundamento, que situaban a Lass ocupando el sitio de Özil han quedado en mera especulación. El portugués va con todo lo que tiene: presión, determinación a la hora de buscar al contrario, velocidad, juego frontal y remate sin miramientos. Si puede ser en tres toques, mejor. Mourinho prescinde de cualquier ornamento en el juego de su equipo.
Guardiola lleva muchas temporadas demostrando lo que es el Barça en situaciones límite. Ha jugado finales, prórrogas y descuentos de la misma manera. El gusto por el juego de toque es la bandera de su equipo. Si un gol llega después de una posesión de 40 toques, tres minutos y tras cinco driblings de Messi, mejor. A veces, el Barça cae en los churrigueresco.
Pero todos estos elementos metidos en un cóctel y añadiéndoles la temperatura ambiental de dos hinchadas que se odian pero que se respetan, arrojan como resultado uno de los mayores espectáculos del mundo. Vamos a disfrutarlo, sino, vean lo que despierta este tipo de encuentros...la foto habla por sí misma.

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