lunes, 27 de abril de 2009

Se viene el clásico español.

Un Real Madrid-Barcelona siempre es atractivo, pero en esta ocasión (el sábado 2, en el Santiago Bernabeu) estará para chuparse los dedos. Primero, claro, porque puede decidir el campeonato español. El Barça llega con cuatro puntos de ventaja pero tiene un calendario pesado: una derrota podría resultarle fatal con cuatro fechas por delante. Y otra de Perogrullo: una victoria, en cambio... etc. etc.
Luego, para saber si un equipo de juego casi perfecto, embarcado en tres competiciones (Liga, Champions y Copa del Rey), es capaz de superar a un equipo descompensado, que juega a los ponchazos y nada más que en la Liga, pero que tiene una voluntad y un orgullo indomables.
Después, porque el Barcelona llega a la cita en uno de los momentos más difíciles de su campaña: el partido estará precedido y seguido por los dos compromisos ante el Chelsea por Liga de Campeones. Y este Chelsea ya no es el equipo vacilante de Scolari, sino el rejuvenecido de Hiddink.
También hay que considerar el rendimiento de ambos equipos en sus últimos compromisos locales: el Barcelona empató con angustia, 2-2, en su visita al Valencia, mientras que el Madrid aguantó un chaparrón inicial y terminó arrollando 4-2 al Sevilla, en el campo de los andaluces. No hace falta una lupa para percibir que en el Mestalla, el sábado, las luminarias del Barça estaban apagadas: Messi e Iniesta prometieron un festival, cuando combinaron en el primer gol, pero luego desaparecieron.
Hay algo en el Barça, en contraste con el Real Madrid, que hace pensar: el Valencia, que tiene pegada, salió a buscarlo y lo encontró. Le quitó la pelota y esa máquina formidable que es el equipo de Pep perdió el rumbo.
El Madrid no tiene mucho juego pero también tiene pegada, con un par de jugadores capaces de cualquier hazaña (Raúl marcó tres goles el domingo, e Higuaín dos el partido anterior, ante el Getafe, con uno agónico que dio vuelta el partido en forma dramática.). En esto hay mucho más que la rivalidad tradicional entre estos dos grandes equipos españoles. Esta vez, la inmensa mayoría de los aficionados de todo el mundo acompañan la pasión de culés y merengues.
El enfrentamiento entre el talento y el músculo suele ser mucho más atractivo que el choque entre dos equipos "jugones" (así dicen los españoles), o dos equipos "fajadores". De modo que, en esta ocasión mucho más que en otras anteriores, Real Madrid-Barcelona será una metáfora del fenómeno deportivo a nivel internacional.
También representará dos estilos diferentes de administrar planteles. El Barça gira alrededor de futbolistas formados en su cantera y está entrenado por uno de los productos más genuinos de su escuela. El Real Madrid, que nutre con sus jóvenes promesas a casi todo el resto de la Liga, contrata a sus jugadores del primer equipo por catálogo: un día trae brasileños, otro tocan holandeses, mañana argentinos.
Y entonces tenemos que el Barcelona es bastante parecido al equipo nacional español, el primero en el ranking de la FIFA, mientras que el Madrid es un equipo de saldos y retazos internacionales, a la espera de algún "Zidane", ya maduro y con un par de años más de trayectoria.
El Barcelona ha encontrado hace algunos años el marco y el molde de su juego y lo que ve le ha gustado: quiere jugar así, como juega ahora. El Madrid, en cambio, se avergüenza más o menos en público de su estilo montonero, en el que sólo brilla el coraje, las agallas... que es mucho, pero no basta para saciar a una de las aficiones más nobles y exigentes.
Cómo conformarse con jugar a los ponchazos, si este es el equipo de Di Stefano, que fuera distinguido como el mejor del Siglo XX...
Así que ya lo ven: representan cosas muy distintas, el Barça y el Madrid, algo que trasciende más allá de las respectivas ciudades y también el país.
De modo que habrá para todos los gustos, el sábado 2 de mayo.

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