Milagro!!!. No hay otra palabra para explicar lo que sucedió el día de ayer en el Estadio Cuscatlán. Una noche inolvidable de esas que se suenan pero que rara vez se cumplen. Una historia con esos finales que suceden en las películas pero que nunca se dan en la vida real. Pues fue una noche de ensueño y con un final de película. Ni más ni menos. El Salvador sigue vivo, contra todo pronóstico ganó 3-1 y avanzó a la fase de grupos de la eliminatoria para Sudáfrica 2010.
Quedaban apenas 20 minutos y el desconsuelo se había apoderado de cada uno de los salvadoreños. Las caras de resignación lo decían todo. Los que todavía tenían ánimo para pensar, sacaban cuentas de cuánto faltaba para Brasil 2014, porque ya se consideraban afuera de Sudáfrica. No era para menos. Panamá ganaba 1-0 gracias a un cabezazo de Garcés al 15', se defendía sin necesidad de sufrir y varias veces estuvo cerca del segundo.
El Salvador era un manojo de nervios, no tenía respuestas futbolísticas y la única manera de crear algo de peligro era a través de jugadas a balón parado a través de Quintanilla, Pacheco o Álex Escobar. Había que hacer tres goles y todos, hasta los más optimistas, sabían que la contundencia no es la mejor arma de los cuscatlecos. Pero de repente empezó a gestarse el milagro. Eliseo Quintanilla abrió el cerrojo gracias a su pegada magistral. Iban 70' y un tiro libre excepcional hizo la comba perfecta para superar la barrera e ir a morir al fondo de la red. El 1-1 llegó algo tarde, pero era lo que necesitaba El Salvador para despertarse.
Revivieron las gradas, revivió el equipo, porque la fe es lo último que se pierde. A partir de ahí la Selecta no logró mejorar su fútbol aunque sí se hizo dueño del partido gracias al empuje. Ya había entrado Umaña y el equipo se había adelantado unos metros. La Selección de De los Cobos se dio cuenta de que todavía podía, que no era imposible convertir dos goles más. Panamá había hecho el gasto en el primer tiempo y luego se dedicó a administrar la ventaja sin sufrir ningún sobresalto. Sin embargo, tan clave como el golazo de tiro libre de Cheyo fue la jugada del 82' en la que el árbitro Marco Antonio Rodríguez pitó un penal -muy dudoso- de Rivera sobre el Cheyo. Y por si fuera poco expulsó al defensor visitante en la misma jugada. Otra vez apareció la jerarquía de Quintanilla para mantener la mente fría y convertir el penal.
Si el primer gol fue gracias a la soberbia pegada de Cheyo y el segundo una ayudita del árbitro, el tercer gol, al 89', simboliza lo que fue ayer El Salvador. Voluntad para avanzar como sea, garra para pelear aún en inferioridad física y un espíritu enorme para no darse por vencido nunca.
Así llegó el gol de la clasificación. Luis Anaya ya no sólo será recordado por aquel par de patadas que casi fractura a dos guatemaltecos en la Copa Uncaf. El defensor tomó la pelota, comenzó a avanzar y sacó un riflazo impresionante que probablemente Penedo hubiera controlado, pero el balón se desvió en Chepe Martínez, desconcertó al portero y terminó adentro. Iban 89'y el milagro ya estaba consumado. El Cuscatlán era un volcán en erupción. El fútbol se maneja por estados de ánimo. Y la Selecta tuvo 20 minutos inolvidables, con una determinación nunca antes vista, y ganó un partido memorable, de esos que se comentarán de generación en generación. Tuvo, además, la suerte que se le negó en otros partidos. Por eso vale embriagarse de euforia y celebrar a lo grande. Después, ya en frío, habrá que analizar cómo se le gana a Costa Rica, Surinam y Haití. Pero ahora que siga el carnaval.
Quedaban apenas 20 minutos y el desconsuelo se había apoderado de cada uno de los salvadoreños. Las caras de resignación lo decían todo. Los que todavía tenían ánimo para pensar, sacaban cuentas de cuánto faltaba para Brasil 2014, porque ya se consideraban afuera de Sudáfrica. No era para menos. Panamá ganaba 1-0 gracias a un cabezazo de Garcés al 15', se defendía sin necesidad de sufrir y varias veces estuvo cerca del segundo.
El Salvador era un manojo de nervios, no tenía respuestas futbolísticas y la única manera de crear algo de peligro era a través de jugadas a balón parado a través de Quintanilla, Pacheco o Álex Escobar. Había que hacer tres goles y todos, hasta los más optimistas, sabían que la contundencia no es la mejor arma de los cuscatlecos. Pero de repente empezó a gestarse el milagro. Eliseo Quintanilla abrió el cerrojo gracias a su pegada magistral. Iban 70' y un tiro libre excepcional hizo la comba perfecta para superar la barrera e ir a morir al fondo de la red. El 1-1 llegó algo tarde, pero era lo que necesitaba El Salvador para despertarse.
Revivieron las gradas, revivió el equipo, porque la fe es lo último que se pierde. A partir de ahí la Selecta no logró mejorar su fútbol aunque sí se hizo dueño del partido gracias al empuje. Ya había entrado Umaña y el equipo se había adelantado unos metros. La Selección de De los Cobos se dio cuenta de que todavía podía, que no era imposible convertir dos goles más. Panamá había hecho el gasto en el primer tiempo y luego se dedicó a administrar la ventaja sin sufrir ningún sobresalto. Sin embargo, tan clave como el golazo de tiro libre de Cheyo fue la jugada del 82' en la que el árbitro Marco Antonio Rodríguez pitó un penal -muy dudoso- de Rivera sobre el Cheyo. Y por si fuera poco expulsó al defensor visitante en la misma jugada. Otra vez apareció la jerarquía de Quintanilla para mantener la mente fría y convertir el penal.
Si el primer gol fue gracias a la soberbia pegada de Cheyo y el segundo una ayudita del árbitro, el tercer gol, al 89', simboliza lo que fue ayer El Salvador. Voluntad para avanzar como sea, garra para pelear aún en inferioridad física y un espíritu enorme para no darse por vencido nunca.
Así llegó el gol de la clasificación. Luis Anaya ya no sólo será recordado por aquel par de patadas que casi fractura a dos guatemaltecos en la Copa Uncaf. El defensor tomó la pelota, comenzó a avanzar y sacó un riflazo impresionante que probablemente Penedo hubiera controlado, pero el balón se desvió en Chepe Martínez, desconcertó al portero y terminó adentro. Iban 89'y el milagro ya estaba consumado. El Cuscatlán era un volcán en erupción. El fútbol se maneja por estados de ánimo. Y la Selecta tuvo 20 minutos inolvidables, con una determinación nunca antes vista, y ganó un partido memorable, de esos que se comentarán de generación en generación. Tuvo, además, la suerte que se le negó en otros partidos. Por eso vale embriagarse de euforia y celebrar a lo grande. Después, ya en frío, habrá que analizar cómo se le gana a Costa Rica, Surinam y Haití. Pero ahora que siga el carnaval.
Tomado de El Diario de Hoy.
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